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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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15-07-2010

 

 

 

 

Dignidad, homenaje y exclusión

SURda

 

 

Julio A. Louis

Cuando todo parecía perdido, el gol del Maxi Pereira y el remate final de Forlán en el travesaño fueron señales de dignidad de un equipo que vendió cara su derrota y que había hecho decir al Maestro Tabárez que para perder prefería hacerlo de esa manera. Quizás ése sea el mensaje más importante que dio esta selección al país, especialmente a su juventud. Importa mucho que, a diferencia de lo que desean los mandamases del mundo y sus serviles amanuenses, los pueblos de los países pobres como Uruguay, pueden y deben tener dignidad.

Durante años el fútbol ha sido utilizado como plataforma de lanzamiento de politiqueros, negocio de intermediarios y pantalla para el tráfico de drogas o trata de mujeres. Sin embargo, hoy se maneja la posibilidad de que estos futbolistas participen en la campaña contra las drogas… aunque no se les conceda el derecho al voto desde su lugar de trabajo.

Es hora de extraer del fútbol conclusiones más generales. Entre tanto bombardeo escrito, oral y televisivo (que por algunos días ha disminuido el destinado a crímenes, violaciones y robos, con que la “gran prensa” cumple su función de desinformar acerca de lo importante) rescatamos la reflexión de un futbolista de la selección de 1986, al explicar el éxito actual. Batista (el entrevistado) afirmó que hoy la gran mayoría de los futbolistas están insertos en medios más exigentes y competitivos, a diferencia de lo ocurrido en mundiales anteriores. El hecho es que de veintitrés futbolistas de la selección, veintiuno juegan en el exterior, la mayoría en Europa, mientras que ningún europeo juega en nuestra América, expresión diáfana de que también en el futbol el mundo rico del gran capital trasnacional se aprovecha del mundo pobre. No obstante, estos uruguayos son los responsables de que nos sintamos tan orgullosos, de lo que derivan los merecidos homenajes. Sin embargo, entre estos homenajes, falta el más trascendente, que es restituirles el derecho al voto. Ya que tanto se habla de unidad nacional –dejando para mejor ocasión analizar si esa pretendida unidad es tal- esta es una ocasión más que propicia para que se apruebe una ley, que por sus resultados fuera similar a la mal difundida en la campaña electoral de octubre. Si el compañero Presidente y nuestros legisladores tomaran la iniciativa, pasaríamos del homenaje fácil al más profundo del reconocimiento de la igualdad ciudadana de todos los uruguayos. Porque en las tribunas de los estadios sudafricanos también estuvieron presentes compatriotas residentes en el exterior y nadie observó que fueran diferentes a los residentes en el Uruguay.

Si los Forlán, los Lugano, los Abreu, etc., han cumplido con su pueblo con entrega y responsabilidad, con no menos dedicación ejercerían el derecho pleno a la ciudadanía. Obviamente, ese derecho no sería exclusivo para ellos, sino para todos los que no residen en el país. Una ley de ese tipo sería una buena ocasión para que los legisladores opositores contribuyeran a la resolución del problema. Aprovechemos el clima de supuesta unidad nacional, para ensanchar el concepto de país.

El derecho al voto de los no residentes no está cuestionado: el uruguayo, alejado del territorio nacional hace cinco, diez o cincuenta años, que tenga recursos para viajar desde donde esté y se lo permitan las condiciones de trabajo, familiares, etc. puede votar. Es el caso de los jugadores celestes, siempre que sus clubes no tengan partidos ese fin de semana y que sus dirigentes les permitan viajar, hecho que por lo general no ha sucedido. El impedimento es clasista en el peor sentido. Se retrocede a la Constitución de 1830 que no permitía votar a los “sirvientes a sueldo, peones, jornaleros y soldados de línea” además de los analfabetos.

Se ha escrito en esta columna el 3 de octubre pasado:

¿Qué criterio de nación predominará? ¿Incluyente entre todos los compatriotas o restrictiva? ¿Valoraremos solo el hecho de compartir el territorio, o también la identidad, la cultura, los vínculos sociales? La mayoría de los residentes en el exterior no han dejado de ser y sentirse uruguayos, y no sólo se identifican donde están por el termo y el mate, el candombe o la celeste, sino que están pendientes del país –vía de familiares, medios de comunicación, internet- ayudándolo siempre. Ingresan al país aproximadamente 150 millones de dólares por remesas anuales y en 2008 fueron 208 millones. 300.000 no residentes llegan como turistas al año y aportan como científicos, artistas, profesionales, deportistas, representándonos en todas partes. Muchos sueñan con regresar, esperando primero obtener su jubilación en los países donde están. El derecho al voto de sus ciudadanos en el exterior, es decir, a la ciudadanía plena, lo han iniciado las naciones con fuerte peso de la emigración: España, Italia, Francia; pero setenta naciones ya lo han incorporado. En América Latina, Colombia (1963), Brasil (1965), Bolivia (1984), Ecuador (2002) y también Perú, Venezuela, Dominicana, Honduras, Nicaragua, Panamá y México. No le demos al mundo el ejemplo negativo y cada vez más solitario de mezquindad, violando tratados y convenciones internacionales ratificados por Uruguay, que reconocen ese derecho como fundamental. El 25 de octubre o sólo importa achicar la fractura social de la pobreza y de la exclusión social, sino eliminar la fractura con estos compatriotas no residentes.”

Desperdiciada aquella oportunidad es el momento para su corrección.

 

 

 
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